Luego de pasar un mes trabajando en Suiza y dos semanas paseando por Europa, estamos de regreso en casa. Un quilombo, como era de esperar. No sorprende que el affaire Boudou siga en los medios, con revelaciones casi diarias sobre el negociado del vice (y porque no, de "otros y otras"). Cada día cuesta más conseguir dólares, en un esfuerzo por peronizar el kirchernismo y darle sentido a la pregunta del general: "¿Quién de ustedes vio un dólar?". Moreno y sus muchachos no contentos con haber destruido varios mercados (carne, trigo) le pusieron la mira al inmobiliario buscando la forma de pesificar las transacciones. Y podría seguir ya que un mes y medio en Argentina produce mucho material para la risa, al menos en su variedad nerviosa.

Para no aburrir diré que el trabajo consistió en revisar un paper para un journal, y terminar la primera versión borrador de otro. Más divertido es hablar de las vacaciones. Copenhagen linda como siempre, pero con mucho frío que creaba un contraste con la longitud de los días. Viena aburrida como siempre pero con variedad cultural solo comparable con NY o Londres (vimos una obra de un festival internacional de teatro). Praga decepcionante ya que en algún momento en los últimos diez años empezaron a tratar mal (muy mal) a los turistas, y no se come la mano que te da de comer (República Checa es un país muy en vías de desarrollo, como todo Europa del Este). Berlín una masa, si bien nunca más va a tener esa magia del muro, que afortunadamente llegué a ver, ha logrado hacer el "catch-up" con el resto de las capitales (importantes) europeas con éxito. Munich desabrida, como esa cerveza de la que tanto se enorgullecen. Para cerrar, el hábitat de la familia de mi coautor: Lichtenstein, una especie de Puerto Rico de Suiza con un príncipe con poder de veto y una riqueza que acá sería expropiada.

En breve volveré al posteo regular.