EL ESPACIO DE HERNAN HAINES |
| Posted: 21 Jun 2012 07:00 AM PDT Hace algo más de un año, Hugo Moyano cerraba la Av. 9 de Julio –con la venia del gobierno porteño- para conmemorar el día del trabajo y alentar a seguir acompañando a Cristina Kirchner. También se jugaba por Amado Boudou en la interna por la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. "Tenemos un candidato que, además, es buenmozo", repetía. En aquel momento, ya nadie dudaba de la alianza que habían tejido la Sra. de Kirchner y don Hugo. Finalmente, Boudou se quedó afuera de la fórmula por la ciudad capital. La primera mandataria lo había escogido para que la acompañara en las presidenciales. Nuevamente, Moyano volvió a apoyar todos y cada uno de los movimientos de la jefa del Estado, pero se quedó con la espina cuando ésta armó las listas de candidatos a diputados y concejales de todo el país. Las llenó con los amigos de su hijo Máximo, los chicos de La Cámpora, esos que dicen que dan la vida por Cristina y por Néstor, que son los soldados del pingüino y que son los pibes para la liberación. Todo muy lindo siempre y cuando perciban salarios de varios miles de pesos y vivan en Puerto Madero. Ese fue el momento en que Moyano hizo un quiebre. Apenas, pudo ingresar su hijo Facundo a la cámara de Diputados y gracias a las odiosas sábanas, que aún se emplean para llenar de gatos los recintos de representantes. Desde entonces, los caballitos de batalla del camionero fueron la alta inflación, que el gobierno negaba, y el reclamo de la suma del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias, un tributo que se devora el sueldo de los trabajadores. Con 54% de los votos a favor y con el latiguillo de que fue avalada en las urnas por la mayoría de los argentinos, la Sra. de Kirchner se olvidó de Moyano. Anoche, finalmente, se conoció el divorcio (¿definitivo?) entre ambos. Como siempre, peronistas contra peronistas, y en el medio los argentinos que estamos hartos.  |
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