Argentina enfrentó entre 1999 y 2001 una serie de shocks externos que deprimieron la demanda agregada. Como no se podía hacer política monetaria expansiva debido a la convertibilidad, y la política fiscal no había generado un colchón anticíclico para capear la tormenta perfecta, la única salida era ganar competitividad via deflación, lo que hoy se espera de los periféricos en Europa.
Por presiones políticas facilitadas por la(s) corrida(s) bancaria(s) de 2001 hay un golpe civil incentivado por maniobras destituyentes de un sector del peronismo. El final de esta historia conocida fue la salida de la convertibilidad hace diez años bajo la presidencia de Duhalde. Allí comienza el primer modelo K (verdaderamente un modelo D).
Este primer estadio de la era K se caracteriza por la licuación de pasivos públicos y privados, el tipo de cambio alto, la violación de contratos con privatizadas que permitió mantener bajas las tarifas energéticas, y el incentivo del consumo interno a través de aumentos salariales por decreto. La primer reacción de la economía fue el colapso de la actividad en 2002 (-11%) previsible al cambiar fuertemente los precios relativos desalentando sectores que eran pilares en la convertibilidad (bancos y privatizadas) y una reasignación de factores a los sectores favorecidos en forma paulatina. Para mediados de 2003 cuando asume Néstor Kirchner la economía estaba en un sendero de crecimiento sólido.
Roberto Lavagna permanece en su cargo hasta finales de 2005, y junto con él lo lineamientos básicos de este primer estadio. Es importante remarcar que los primeros límites del modelo K se manifestaron mientras Lavagna era ministro: el crecimiento de la demanda superaba el de la oferta y la inflación se disparaba por encima del 10%. Y Lavagna fue el impulsor de los primeros acuerdos de precios.
Estos acuerdos de precios sirvieron para bajar la inflación por unos meses, pero en la medida que los agentes económicos vieron que la política económica no enfriaba la economía, rápidamente reajustaron sus expectativas para lo que sería el segundo estadio del modelo K, que debutaba a principios de 2007 con la intervención del INDEC para, por decreto, eliminar la inflación del país.
Este segundo estadio compartía una premisa con el primero: fogonear la demanda interna lo más posible. Se diferencia del anterior en la inconsistencia creciente. En efecto, mientras que si en 2005 se hubiera dejado que el tipo de cambio nominal bajara por debajo de los tres pesos (cosa que el "genio" de Néstor no quería hacer) el resto de las intervenciones públicas en la economía hubieran sido sostenibles por más tiempo mientras la economía se normalizaba.
Al mantener artificialmente el dólar a tres pesos, y dejar que el tipo de cambio real ajuste por inflación, el crecimiento de la demanda se sostenía a través del otorgamiento a los sindicatos de poder de fuego para lograr aumentos salariales por encima de al inflación (recuerden los días que Moyano podía bloquear la empresa que quisiera para demostrar su poder de negociación). Al mismo tiempo las tarifas congeladas requerían crecientes subsidios que funcionaban como un estímulo adicional a la demanda agregada (era equivalente a una reducción de impuestos, solo que el gobierno determinaba en qué gastar el ingreso extra).
A fines del año pasado este segundo estadio del modelo K expiró. Mientras en los primeros años el gobierno hacía esfuerzos para que el tipo de cambio no bajara, durante el año pasado debió vender reservas para que no suba. Y como el gobierno se acorraló a si mismo al dejarse sin margen de maniobra, hoy en día no puede devaluar sin que ello gatille una corrida cambiaria. Por eso recurre a las medidas burdas de control de cambios y prohibición de exportaciones (hoy comienzan los nuevos controles que son una vuelta de tuerca más para desalentar las mismas)
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