Por María Eugenia Garibotti

Un tema que siempre me ha interesado es el de las diferencias entre géneros. Habiendo crecido en una sociedad no demasiado iluminada en estas cuestiones, siempre fui la chica rara a la que le gustaba la matemática. Estudié economía, donde las mujeres somos minoría. Y la pregunta que me surge siempre es de dónde vienen las diferencias1.

La psicología evolutiva da explicaciones acerca del origen de las diferencias entre hombres y mujeres, pero no son demasiado científicas - no se pueden testear. Como es una pregunta que puede estar relacionada con la brecha salarial, hay economistas que la han estudiado. Uno de los primeros papers que leí sobre el tema es un experimento: "Performance in Competitive Environments: Gender Differences", de Gneezy, Niederle y Rustichini (el link es al documento de trabajo, se publicó en el Quarterly Journal of Economics en 2003).

La hipótesis de este artículo es que las mujeres son naturalmente menos competitivas que los hombres, y eso es una potencial explicación de por qué se ven menos mujeres en posiciones jerárquicas. En particular, encuentran que el efecto es más fuerte cuando las mujeres compiten contra hombres, pero no contra mujeres. Como suele suceder con los artículos experimentales, es difícil extrapolar del resultado a la economía en general, pero lo que me interesa es ver cómo el resultado cambia cuando cambian las circunstancias.

Así que primero veamos en qué consistió el experimento. Cada participante resuelve laberintos en una computadora, usando las flechas. El nivel de dificultad es de 1 a 5, y practican con un laberinto de nivel 2. Los sujetos son estudiantes en Technion, una universidad técnica en Israel. El objetivo es resolver la mayor cantidad de laberintos en un período de tiempo limitado, y cada sesión tiene seis participantes. En cualquier experimento es necesario que el esfuerzo acarreado por realizar la tarea sea compensado. En este caso, hay tres métodos de compensación: en el tratamiento 1, cada estudiante recibe aproximadamente $1.5 por laberinto resuelto; en el tratamiento 2, recibe aproximadamente $10 el individuo que resuelve la mayor cantidad de laberintos en una sesión (de entre los seis participantes); en el tratamiento 3, un participante elegido al azar recibe los $10.

Los hallazgos son interesantes. En el tratamiento 1, hombres y mujeres muestran aproximadamente la misma distribución de resultados. Sin embargo, bajo el tratamiento 2 los hombres mejoran su desempeño, y las mujeres no lo cambian. Para entender por qué se da este fenómeno, repitieron el experimento, pero con grupos de un sólo sexo. Cuando las mujeres compiten con otras mujeres mejoran su performance con respecto al tratamiento 1, a diferencia de cuando compiten con hombres. La conclusión es que el acto de competir contra hombres de alguna forma reduce los incentivos a competir, probablemente porque las mujeres creen ser peores que los hombres (aunque en realidad no lo son).

Una frase que se repite en ese trabajo, y en general a la hora de estudiar diferencias entre grupos, es stereotype threat, o amenaza del estereotipo. Es la idea de que cuando en un individuo se activa la idea de pertenencia a un estereotipo, es más probable que se comporte de acuerdo al esterotipo. La forma en la que se "activan" estos estereotipos es muy amplia, y en general es cualquier aspecto que pueda "recordarle" al sujeto que hay un estereotipo que se le aplica. En este caso, existe la posibilidad de que la tarea de resolver un laberinto tenga alguna asociación de género, por lo que los autores añadieron dos casos más: torneos con sólo hombres, y torneos con sólo mujeres.

El comportamiento de los hombres en este nuevo tratamiento es idéntico a su comportamiento en torneos mixtos. El de las mujeres es sensiblemente mejor. Es decir, cuando sus rivales son mujeres, responden a los incentivos competitivos. Además, encuentran que hombres y mujeres se autoevalúan de manera distinta. Aunque no hay evidencias de diferencias en habilidades, los hombres tienen una estimación más alta de su propia capacidad que las mujeres.

Lo que más me interesa de este paper, y otros relacionados, no es en sí la relación entre la capacidad de hombres y mujeres para resolver un laberinto. Me fascina, en cambio, cuánto dependen los resultados obtenidos del entorno en el que se obtienen. Me recuerda a un libro altamente recomendado: Delusions of Gender, de Cordelia Fine. El problema es siempre el mismo: si identificamos dos grupos cuyas características queremos comparar, es en general porque queremos confirmar o refutar un estereotipo. Pero lo que vemos en este trabajo, y en la literatura de amenaza de estereotipo en general, es que la presencia de esta identidad puede afectar los resultados de nuestra medición.
1: Recuerdo a un compañero de la facu que me explicó cómo las mujeres son menos inteligentes que los hombres mientras yo le explicaba microeconomía.