El viernes pasado publiqué un post que levantó un poco de revuelo. No tanto por la idea en si de estatizar YPF a través de una ley que ordene la compra, a un precio razonable, de la parte de Repsol (y no de la del grupo Petersen) para terminar con el conflicto entre Estados, sino por el contexto en que tiene lugar este intento de expropiación por parte del gobierno nacional. 

Algunos comentaristas argumentaban que YPF no vale 18000 millones de dólares sino 10000 porque el primero es el valor de libro mientras que el segundo es el de mercado. Este argumento es correcto pero omite que la pérdida de valor que experimentó la compañía en los últimos tres meses se debió exclusivamente a la hostilidad que el gobierno nacional dirigió contra la misma (en forma directa y a través de gobernadores de provincias afines que revocaron concesiones), dado que en el contexto internacional el precio del petróleo sigue alto. 

Al respecto es interesante contrastar la evolución de la cotización bursátil de YPF con la de Petrobras. Mientras que en algún momento de los años noventa ambas tenían una capitalización similar, la empresa brasilera hoy en día vale veinte veces más que la argentina (valuada a valores previos a la campaña estatizadora). ¿Por qué esta divergencia? Porque en Brasil se balanceó el criterio de "estratégico" del sector energético con la provisión de incentivos a la participación privada en exploración y producción. Ello se logró con reglas de juego claras que no se han quebrado con el descubrimiento de cuantiosos yacimientos pre-sal en el océano. Es cierto que hubo una flexibilización de estas reglas al requerir a los participantes de la industria un "compre" nacional para los insumos, pero entendible dado el temor a un efecto enfermedad holandesa y que no dio curso a denuncias de los operadores (ciertamente no en el nivel que vimos la semana pasada en nuestra relación con España). 

El gobierno pretende aplicar a Repsol-YPF el mismo criterio de populismo básico que aplica al resto de la economía. En una economía de mercado los inversores en actividades de riesgo realizan inversiones que en ciertos casos no rinden beneficios, y en otros rinden beneficios extraordinarios. En promedio el beneficio esperado es relativamente alto para compensar el riesgo, pero no es "extraordinario". En economías populistas con la Argentina, cuando hay beneficios extraordinarios (o se los ve venir dado el potencial que el país tiene para producir gas y petróleo no convencional) el Estado expropia la "renta" para redistribuirla. Esta actitud paternalista expost da los peores incentivos a invertir exante, en particular en actividades de riesgo. 

Llegamos así al segundo punto mencionado por los comentaristas en la nota del viernes: la poca inversión que realizó YPF. Creo que párrafo anterior exime de mayores explicaciones. Igual recuerdo a los lectores el post de octubre del año pasado en el cual afirmaba que el gobierno seguía una mala estrategia en el mercado de gas. En el mismo menciono un trabajo de Diego Barril y Fernando Navajas que estudiaron el comportamiento de la producción de gas en Argentina, encontrando que el comportamiento de las distintas empresas en el sector es compatible con un simple modelo de incentivos económicos. Todas las empresas, y no solo YPF, responden a los incentivos económicos: si explorar o producir es rentable se hace, sino no. 

Ahora si alguno de los lectores de este blog tiene un argumento sobre cómo se puede aumentar la producción con las señales vigentes de precios sin entrar en pérdidas económicas le sugiero que se dirija a la sede de YPF y/o alguna dependencia pública del gobierno nacional. No pierda tiempo en describirla en este espacio.